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HORMIGA DE FUEGO

Hace muchos ayeres, antes de que la consciencia misma recuerde, el mundo se veía diferente. Grandes cambios han sucedido. Algunos frente a los ojos de todos, otros en silencio.


Y esta es la historia de la primera hormiga de fuego.


Antes de ser hormiga de fuego, Andrés era una hormiga roja.

Andrés vivía en paz con su colonia. Su trabajo era sencillo. Todo lo que tenía que hacer era seguir a su líder hasta la fuente de comida más cercana. Esperar su turno para tomar un trozo de alimento y llevarlo de vuelta a casa.

Andrés reflejaba a una hormiga feliz, parecía que sabía qué hacer y a dónde ir.





En el hormiguero de al lado, Nuria, una pequeña hormiga negra, trabajaba constantemente. Su trabajo era proteger a las hormigas de ambos hormigueros. Había un pacto entre las reinas, las rojas al ser más grandes eran encargadas de traer alimento y las negras de proteger los hormigueros. Al ser una guerrera, si alguien se metía con una hormiga, se metía con Nuria.


La primera vez que Andrés notó a Nuria, ella luchaba ferozmente contra un saltamontes. Horas después ambas colonias se daban un festín de carne. Andrés recordó preguntarse cómo es que todos creían que los suyos eran los responsables de la comida, cuando las guerreras como Nuria eran quienes proveían estos festines.


Al día siguiente Andrés se propuso llamar la atención de Nuria. Debía hacerle saber que él también era responsable y ayudaba a las colonias. Así que se esforzó y decidió traer de vuelta a casa el trozo más grande de trigo que pudo encontrar… y cargar. Se dirigió de vuelta a casa, asegurándose de que se cruzaría en el camino con ella.



Andrés trató de no detenerse a descansar, después de todo ella nunca descansaba. El peligro siempre está al acecho. Andrés siguió caminando hasta que la vio. Victoriosa, Nuria trepaba el tallo de una flor, vigilando silenciosamente a los suyos. Andrés se aseguró de que todas notaran el tamaño de su cargamento. Risillas resonaron alrededor.


-¡Creo que le gustas! - le dijo otra guerrera a Nuria. Nuria sonrió apenada, pero trataba de no ponerle tanta atención. Aunque le gustaba la atención, trataba de no distraerse. Después de todo, el amor no salva vidas.


Andrés con fuerzas renovadas llevó el pedazo de trigo hasta el almacén y eufórico salió una vez más, en busca de las guerreras. No podía esperar a verla de nuevo.


Fue cuando la estampida sucedió.



Nuria continuó con su ronda, como de costumbre. En cierto modo anhelaba una aventura, aunque tenebroso, era siempre un honor luchar por la vida de las otras.

Andrés se apresuraba a salir de casa. Ansiaba ver a Nuria en la distancia, protegiendo tan feroz como siempre.


El suelo comenzó a vibrar.


Las hormigas se detuvieron por un momento. Andrés vio a Nuria correr antes que las demás.


-¡Estampida! - gritaba tratando de advertir a las otras - ¡los bisontes!



Andrés lo entendió, pero antes de poder moverse todas las hormigas corrían en dirección opuesta en pánico, empujándolo en direcciones diferentes. Andrés logró abrirse camino y corrió hacia Nuria. Ella era diminuta, sería aplastada sin duda. Andrés corría alrededor de las otras, esquivando. Nuria corría hacía él.


Los bisontes llegaron. Cientos de pezuñas rodeaban el ambiente, trozos de tierra y polvo volaban alrededor. Sin dudarlo, Andrés tomó a Nuria y la cargó, siguió corriendo.


-¿A dónde vas, inútil? ¡La reina está al sur! - Nuria le reclamó a Andrés. - Si la reina muere por que no estoy ahí…


-No puedes contra un bisonte. - espetó Andrés mientras trataba de no ser aplastado.


Justo cuando se creía fuera de peligro, un bisonte cayó al lado de ellos, haciendo caer a Andrés y perder a Nuria de entre su empeñadura. Nuria cayó en una zanja de agua. La corriente se la llevó. Andrés trató de ir por ella, pero antes de saberlo Nuria estaba fuera de la vista.


Comenzó a correr frenético al lado del pequeño arroyo. Sabía las reglas de seguridad, no debes brincar al agua para rescatar a alguien, no se logra nada así. Primero debes localizar, después lanzar un objeto útil. Objeto útil. Andrés comenzó a buscar con la mirada al mismo tiempo que buscaba por Nuria. Rocas, tierra, hojas, plantas… no sabía qué sería útil en esta situación. Pero siguió corriendo. Esto es inúll, pensó, el agua es muy veloz. Y se lanzó a la zanja sin más. La corriente se lo llevó.


Unos metros más adelante Nuria logra salvarse de la corriente y salir de la zanja, agotada.


-¡Estúpido Andrés! Si me hubiera dejado ir ya estaría con la reina en este momento. - Nuria se lavaba su carita, sus patitas, sus antenas. - Comenzaré mi camino de vuelta antes de que sea demasiado tarde.- Y emprendió su camino de vuelta.


Andrés surfeaba el agua, tratando de no ahogarse, cuando vio conveniente, saltó fuera del agua.


-¡Guerrera! ¡Guerrera Nuria! - llamó frenético, pero no hubo respuesta. - He perdido a mi guerrera.


Andrés comenzó a deambular sin rumbo fijo, esperando poder localizar a su guerrera. Caminó bajo el sol radiante, hasta que una gran sombra lo cubrió.


-¿Quién es la guerrera Nuria de quién hablas? - Andrés levantó la vista para ver de dónde provenía la voz. Era un ser bellísimo, muy similar a él, pero más grande y venenoso. Era un alacrán. Pero no era cualquier alacrán, era la reina de su colonia. - La forma en que hablas de ella, la forma en que la buscas… me hacen querer eso para mí.


-¿De qué sirve si la he perdido? La tenía entre mis manos y la perdí en el agua. - Andrés sollozó un poco. El alacrán lo acarició compasivo con su aguijón. - ¿De qué sirven mis sentimientos si no la puedo ayudar?


-Yo puedo ayudarte a ti.


-¿Cómo? Lo único que puede acabar con mi dolor es encontrarla, tenerla conmigo. Llevarla de nuevo a la colonia y ¡dejarla luchar como le gusta!


-Tengo algo mejor, un antídoto para todo dolor.


-¡Lo que sea! Sí, dame lo que sea si se llevará este dolor que me mata por dentro. - Antes que pudiera decir algo más, Andrés sintió un pinchazo en la espalda. El veneno se esparció por su cuerpo, se tendió en el piso, antes de desvanecerse alcanzó a decir. - ¿Quién eres?


-La Gran Alacraneza. - Y así, sin más Andrés se desvaneció en un profundo sueño.


Nuria se encontraba en camino a casa cuando escuchó a un ruiseñor cantar, pero no un canto alegre, era un canto de ayuda. El ruiseñor observó a la hormiga seguir su camino, sin detenerse.


-¿Acaso no te importa saber quién está en peligro?


-Solo me importa si es mi reina.


-¿Qué hay de tu amado?


-¡Yo no tengo amado!


-¿Acaso no eres tú la hormiga Nuria? Era a ti quien buscaba, desdichado ha caído en los brazos de la Gran Alacraneza. Su veneno ha inyectado, a su cueva lo ha llevado, porque de ti estaba loco enamorado.


Nuria se detiene a pensarlo un poco.


-Si ella ya lo ha pinchado, no podré encontrarlo a tiempo. Además, mi reina me necesita.


-La Gran Alacraneza no se detendrá con él. Con vida lo mantiene, para usarlo como guía, a tu colonia se dirigía, causando la estampida, para poder comerse algunas de tus amigas. A los ruiseñores atacaron, una noche nos alcanzaron, a todas envenenaron.


Nuria escuchó con atención, sabía que la estampida de bisontes era mínima comparado a un ataque de alacranes. Si la Gran Alacraneza lograba su cometido, sería catastrófico para la colonia entera.


-¿Dónde la encuentro? - Sin dudarlo el ruiseñor tomó a Nuria en sus plumas y voló hasta la cueva de los alacranes.


Andrés despertó de su sueño. Miró alrededor y se vio rodeado por las largas patas de la Gran Alacraneza, quién lo protegía fuertemente.


-¿Dónde estamos? - Preguntó Andrés.


-Este es tu nuevo hogar, junto a mi reinarás por siempre.


-Pero yo no sé reinar, solo sé recolectar. Ni siquiera sé luchar. - contestó triste la hormiguita. - Yo solo quiero olvidar.


-Está bien, mi rey, está bien. Yo te daré mi remedio, si tu amor me das a cambio.


-¿Amor? Yo no siento amor, siento…


-Imagina que soy tu guerrera, que soy tu amada. Esa pasión y ese calor que derrite, dame esa lujuria deseada.


Andrés no supo qué responder, lo cual pareció complacer a la reina, quien comenzó a acariciarlo dulcemente.


El ruiseñor volaba con Nuria, le mostraba el mundo desde las alturas.


-¿Por qué no te preocupa Andrés? Nunca había visto una hormiga enamorada, pero suponía que cuando la viera sería sin duda correspondida. Dime. ¿Acaso el amor que te ofrece no es suficiente?


-El pacto con la reina es un pacto de por vida. Aunque a Andrés mi corazón pertenece, el deber de luchar mi alma obedece. Si de la realeza nuestro linaje fuera, preservar junto a él pudiera. De nada sirve un amor ardiente, si nada dejamos para la generación siguiente.


El ruiseñor entendió a Nuria y la respetó por ello.


-Tu pasión me ha motivado. No solo te ayudaré a salvar a Andrés, te ayudaré a salvar tu colonia.


-¿Cómo venceremos a la Gran Alacraneza sin morir?


-Tengo un fiel amigo que nos puede ayudar. El búho Mario vamos a encontrar. Él a ella fácil comerá, el resto de su colonia desaparecerá.


-¿Qué pasa si nos pica?


-Ahí es donde entras tú. Debes arreglarlas para picarla primero. Tu veneno directo al aguijón inyecta entero. Eso dará tiempo para transportarla, y a la cueva de Mario lanzarla.


Nuria no estaba tan segura que su plan funcionaría, pero al no tener uno por su propia cuenta, decidió guardar silencio.


En la cueva la Gran Alacraneza había descubierto la cantidad necesaria de veneno para mantener a Andrés despierto, pero sedado.


-¿Soy bella?


-¡La más! Nunca vi una de tu tipo de cerca, y ahora que te tengo, no puedo creer que tu atención obtengo.


-¿Soy mejor que tu guerrera? ¿Tu guerrera Nuria?


Andrés guardó silencio y comenzó a sollozar. Esa pregunta no quería contestar.


-Perderla aún me duele. Pero tu presencia me reconforta. Sin ti, estaría muerto, muerto en vida. Simplemente no puedo dejar de preguntarme qué pasó con ella. Si algo malo le ha pasado es mi culpa.


-Nada es tu culpa. Quizá si me guías a tu casa, podremos ver su ha vuelto. Pero debes saber, que no te dejaré volver. Este es tu nuevo hogar, y junto a mi lo vas a gobernar. ¿Entendido?


-Sí, su majestad.


El canto de un ruiseñor los interrumpió.


-¡No te dejes engañar! No solo a Nuria, pero a todos los tuyos quiere ella matar.


-¿Cómo sabes eso?


-Hizo lo mismo con los míos. Nos dejó solos y con frío.


-¿Es cierto lo que dice? - Andrés cuestionó a la reina. Pero antes que nadie pudiera responder, un grito guerrero los hizo detener…


-¡Andrés, cuidado! - Nuria saltó desde una de las alas del ruiseñor directo al aguijón de la Gran Alacraneza, sin dudarlo clavó sus dientes en ella y succionó algo de su veneno antes de inyectarle el propio. Intercambio de venenos.


La Gran Alacraneza fue capaz de sacudirse a Nuria de su cola, pero al intentar usar su aguijón, falló. Le era imposible usarlo.


-¡Estúpida hormiga! Mira lo que has hecho.


Nuria agonizaba en el suelo, el veneno de la reina se dispersaba por su cuerpo. Andrés corrió hacia ella y la sostuvo entre sus brazos.


-¡Perdona, oh, perdona amada mía! Debí escucharte y dejarte libre. Atarte a mí fue cobarde. Más daño ha causado el querer hacerte como yo; dejarte crecer y ser como tu es lo que debí hacer.


El ruiseñor se lanzó en picada y atrapó a la Gran Alacraneza, escudado por el veneno de Nuria.


-¡Yo me desharé de ella! Buena suerte Nuria, buena suerte Andrés.


Y sin más el ruiseñor se alejó en dirección a la cueva del búho.


Aun bajo los efectos del veneno, Andrés y Nuria se acogieron el uno al otro en el suelo. Abrazados, creyendo que era el final.


-Agradezco que tienes buenos amigos. Tu valentía atrae a buenas personas. - Le dijo Andrés a Nuria. - Sin ti habría guiado a la reina a nuestras colonias y decretado el fin de los nuestros.


Andrés cobijó a Nuria, quien yacía ahí, demasiado débil para poder hablar o moverse.


-Durmamos, guerrera mía. Y si es mi último sueño, me alegra que sea a tu lado. - Y así Andrés se dejó caer en un largo y profundo sueño.


Cuando despertó estaba volando. Sintió el viento en el cuerpo y el calor del sol. Observó el mundo y le pareció extenso y a la vez más diminuto de lo que esperaba.


-¡Ah! Ya has despertado. - El ruiseñor llevaba a Andrés y Nuria en sus plumas, los llevaba con alegría. -Elegir un lugar debería, su alteza.


Andrés miró a ambos lados confundido. ¿Alteza?


-Tengo maravillosas noticias. El búho Mario tiene las mejores primicias. Él me ha asegurado, que Nuria un nuevo don ha ganado. El veneno no la ha matado, solo la ha transformado.


-¿A qué se ha transformado?


-El veneno ingerido sin temor y al mismo tiempo lleno de amor, una nueva especie crearía, una hormiga con veneno de fuego, ¡envidia de la buena siento no niego!


-¿Será ella la reina?


-Y toda reina requiere un rey.

Andrés sonrió feliz.


-Serviré a mi reina como ella decida. Si tomar mi antena ella anhela, entonces junto a ella comenzaré una nueva partida.


Cuando Nuria despertó, asombrada por la lealtad de Andrés, decidió que era justo dejarlo reinar con ella.


Así fue como juntos crearon a las hormigas de fuego. Grandes y rojas como Andrés, pero valientes y furiosas como Nuria.


Ambos reinaron juntos con audacia y pasión. Y una nueva especie crearon y guiaron a la gloria que las sigue reinando hoy en día.


Porque a veces uno es presa de hermosas y tenebrosas fuerzas externas, pero a veces también de las internas. La ausencia de defectos no hace perfectos. Es el crecimiento de los errores lo que causa efecto.


FIN


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